nov
26
El tiempo voló siguiendo a la luz, una semana más había pasado. Aquella mañana de un día sábado, había estado trabajando en una tarea de la universidad hasta el mediodía, momento en que decidí comenzar El Largoviaje. Cada fin de semana, retorno a mi pueblo donde me esperan mis padres, mis hermanos y mi abuelita.
Antes de comenzar El Largoviaje, pasé a un centro comercial para hacer algunas compras de urgencia. No había almorzado, así que decidí comprar algo allí para llevar y comer en el camino, a modo de ahorrar tiempo y llegar más temprano. Le pedí una bolsa para mi bebida fría a la chica del restaurante y ella me la entregó en una bolsa de papel, lo que me pareció extraño, puesto que esa bolsa no duraría mucho y se rompería. De todos modos la acepté con mucho gusto y me dí prisa en busca del primer bus que debía tomar para iniciar El Largoviaje. Salí del centro comercial con mi almuerzo en mano y mientras me dirigía a la parada de buses, la bolsa se comenzó a romper, así que le puse una mano debajo para evitar que se cayera. Mi mente solo podía imaginar una bolsa plástica para que la bebida no siguiera derramándose y que estuviera a punto de caerse. Cuando pasé por un semáforo antes de llegar a la parada, un señor que vende cerca de ese semáforo, con su mercadería puesta sobre el suelo, al verme incómodo con las bolsas de mi almuerzo, corrió tras de mí y me ofreció una bolsa.
—Tome aquí tiene una bolsa. Vi que venía con dificultades con lo que lleva.
En ese instante me llené de agradecimiento, una clase de agradecimiento que no podría describir. Pareciera una ayuda insignificante, pero para mí fue algo muy noble y sincero de parte de aquel hombre, que con una sonrisa extendía una bolsa para ayudarme a almacenar allí mi almuerzo. No supe cómo agradecer, solo alcancé a decir:
—Muy, muy agradecido.
Ahora reflexiono: ¿Cuántas veces dejamos pasar oportunidades para ayudar a otros? Por insignificante que parezca una ayuda, puede ser muy grandiosa. Así que seamos bondadosos, altruistas y agradecidos.
Antes de comenzar El Largoviaje, pasé a un centro comercial para hacer algunas compras de urgencia. No había almorzado, así que decidí comprar algo allí para llevar y comer en el camino, a modo de ahorrar tiempo y llegar más temprano. Le pedí una bolsa para mi bebida fría a la chica del restaurante y ella me la entregó en una bolsa de papel, lo que me pareció extraño, puesto que esa bolsa no duraría mucho y se rompería. De todos modos la acepté con mucho gusto y me dí prisa en busca del primer bus que debía tomar para iniciar El Largoviaje. Salí del centro comercial con mi almuerzo en mano y mientras me dirigía a la parada de buses, la bolsa se comenzó a romper, así que le puse una mano debajo para evitar que se cayera. Mi mente solo podía imaginar una bolsa plástica para que la bebida no siguiera derramándose y que estuviera a punto de caerse. Cuando pasé por un semáforo antes de llegar a la parada, un señor que vende cerca de ese semáforo, con su mercadería puesta sobre el suelo, al verme incómodo con las bolsas de mi almuerzo, corrió tras de mí y me ofreció una bolsa.
—Tome aquí tiene una bolsa. Vi que venía con dificultades con lo que lleva.
En ese instante me llené de agradecimiento, una clase de agradecimiento que no podría describir. Pareciera una ayuda insignificante, pero para mí fue algo muy noble y sincero de parte de aquel hombre, que con una sonrisa extendía una bolsa para ayudarme a almacenar allí mi almuerzo. No supe cómo agradecer, solo alcancé a decir:
—Muy, muy agradecido.
Ahora reflexiono: ¿Cuántas veces dejamos pasar oportunidades para ayudar a otros? Por insignificante que parezca una ayuda, puede ser muy grandiosa. Así que seamos bondadosos, altruistas y agradecidos.