oct
07
El tres de agosto, fui a acampar con algunos amigos por tres días a un rincón de La Palma en Chalatenango llamado El Refugio. Al principio sentí nostalgia de no estar con mi familia, eso pasa por no estar acostumbrado a salir sin ellos. Salí temprano de Juayúa, pues me esperaba un viaje de poco más de cuatro horas y media, pero cuando llegué a la capital dónde me reuniría con mis amigos retardamos la salida y en total me tardé siete horas en llegar a mi destino: un campamento del gobierno en El Refugio.
Pasada una media hora de haber llegado, emprendimos una caminata hacia un río que se encuentra al final de la serie de cabañas que hay en ese lugar. Por la noche cenamos a la luz de una fogata.
No tenía internet en el lugar, así que estuve actualizando mi Twitter desde mi móvil, siendo este el único artefacto tecnológico que me acompañaba, junto con mi imprescindible cámara fotográfica.
Al segundo día, me levanté temprano y tomé una ducha con agua muy fría. Ese día visité La Palma, un municipio de Chalatenango a unos tres kilómetro del campamento, donde conseguimos algunas provisiones. Habían pasado más o menos unos siete años desde la última vez que estuve por esos lugares. Mientras estuve en La Palma sentí que estaba en una Juayúa lejana, porque ambas son ciudades turísticas muy importantes de El Salvador.
Más tarde al regresar al campamento, me dispuse a caminar en dirección al río y encontré un fantástico lugar donde sentarme para escribir y relajarme un rato. Me senté en el suelo con mi espalda recostada sobre el tronco de un pino y allí me quedé disfrutando al máximo ese momento de unión con la naturaleza, hasta que me dolió el trasero y decidí regresar.
Al día siguiente también pasé un rato hermoso después de ir por segunda vez al río con mis amigos, mientras ellos regresaban ya a la cabaña, yo me quedé atrás y encontré un bello lugar donde meditar, allí tuve otra “experiencia máxima” de inspiración. Después de dos horas regresé a la cabaña para preparar mis maletas, el que al final consideré como corto viaje (al inicio me parecían muchos días) había terminado.
Ahora que estoy de vuelta en la ciudad pienso en aquella de serie de cuentos que inicié: “Dianita en el campo” y “Dianita en la ciudad”, mis propios cuentos me recuerdan que esté donde esté puedo seguir viviendo con intensidad disfrutando de todo lo que ocurre en mi vida.
En los últimos dos meses, se suman a mi historia entradas que me han hecho disfrutar: “Desconexión”, “Para el universo eres importante” y “Etiquetas”; ideas, momentos compartidos con mi familia, música, sucesos históricos: aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi; libros, momentos en la universidad, conversaciones, pensamientos, etc. Todo esto significa que vayamos a donde vayamos somos capaces de atraer esas mágicas experiencias que contribuyen a nuestra salud.
Pasada una media hora de haber llegado, emprendimos una caminata hacia un río que se encuentra al final de la serie de cabañas que hay en ese lugar. Por la noche cenamos a la luz de una fogata.
No tenía internet en el lugar, así que estuve actualizando mi Twitter desde mi móvil, siendo este el único artefacto tecnológico que me acompañaba, junto con mi imprescindible cámara fotográfica.
Al segundo día, me levanté temprano y tomé una ducha con agua muy fría. Ese día visité La Palma, un municipio de Chalatenango a unos tres kilómetro del campamento, donde conseguimos algunas provisiones. Habían pasado más o menos unos siete años desde la última vez que estuve por esos lugares. Mientras estuve en La Palma sentí que estaba en una Juayúa lejana, porque ambas son ciudades turísticas muy importantes de El Salvador.
Al día siguiente también pasé un rato hermoso después de ir por segunda vez al río con mis amigos, mientras ellos regresaban ya a la cabaña, yo me quedé atrás y encontré un bello lugar donde meditar, allí tuve otra “experiencia máxima” de inspiración. Después de dos horas regresé a la cabaña para preparar mis maletas, el que al final consideré como corto viaje (al inicio me parecían muchos días) había terminado.
Ahora que estoy de vuelta en la ciudad pienso en aquella de serie de cuentos que inicié: “Dianita en el campo” y “Dianita en la ciudad”, mis propios cuentos me recuerdan que esté donde esté puedo seguir viviendo con intensidad disfrutando de todo lo que ocurre en mi vida.
En los últimos dos meses, se suman a mi historia entradas que me han hecho disfrutar: “Desconexión”, “Para el universo eres importante” y “Etiquetas”; ideas, momentos compartidos con mi familia, música, sucesos históricos: aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi; libros, momentos en la universidad, conversaciones, pensamientos, etc. Todo esto significa que vayamos a donde vayamos somos capaces de atraer esas mágicas experiencias que contribuyen a nuestra salud.